cuando empezaba a crecer por dentro y me cambió la mirada.
Navegué mares y océanos,
buscando el yo más íntimo,
en islas de silencio y soledad.
Quizas para regresar después con más fuerza a los vínculos,
a los abrazos, que rellenan huecos en nuestras almas.
Solo por eso.
Ahora, que creemos saber más que nunca de aislamientos,
pienso las islas de Benedetti,
que el amor unía como una corriente de náufragos tendiendo puentes, desde sus castillos de arena.
Y aquellas otras,
de autocomplacientes y
ególatras robinsones,
agarrados a sus enormes ombligos,
levantando grandes muros sobre la seca aridez de sus islotes,
esperando la ola que viene.
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