jueves, 29 de abril de 2021

Delicatesen

 A propósito de aislamientos forzosos,

Hay veces que la vida te sorprende tomando el aperitivo en la barra de un bar, mientras esperas impaciente, no sé bien qué ni a quién.
Y te descubres desconectado, hablando con un taburete, por no escuchar vesánicos predicadores a tu lado, despachando juicios de ignorancia supina, para llevar.
Algunos guardando turno para pedir lo mismo, tal vez en copa para marcar la diferencia:
—Una ración recalentada de contradictorios, con fritos y filete de soja, en salsa de benevolencia ligera, regada con elixir de autocomplaciencia
Egos Cabernet.
¡Que aproveche!—
Otras veces, la vida nos sonríe,
y sientes como si tuvieras todo el tiempo del mundo, sin prisas, para ese bello momento, atrapado en una mesa, para dos, cinco o diez.
Eliges de menú fusión de ilusiones, aderezado con semillas y generosas flores a lo Frida Kahlo, de ternura infinita, para compartir.
Galeano apostaba por tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos.
Y añado, con su permiso:
...Y no morir en el intento

Hasta que la muerte nos separe

 Aún no recuerda cuándo fue la primera vez que se quedó callada, rendida y paralizada.

Ni si hubo un primer detonante, o fue un cúmulo de microdetalles, que, por un gotero envenenado caían lenta e hipnóticamente, en el incipiente río de su vida.Quizás, la vez que él le hizo creer que los celos eran amor y le permitió que censurara amistades, leyera mensajes y controlara sus llamadas.

Puede que cuando, desde la sórdida mirada de señor y dueño de su pareja, la ridiculizó y menospreció, por un vestido ajustado y provocativo que le ordenó quitarse a la de ya, o el primer bofetón que voló, cuando ella, con la ilusión que le dejaba su ya mermada iniciativa, le comentó que había decidido retomar los estudios.

Llevaba la obediencia y la resignación impresas en su miedo, y él lo sabía.
Al fin y al cabo era su bebé, su muñeca y su princesa, en el reino del amor sometido y distorsionado por un velo de vejaciones.
Tal vez por eso, asustada y herida, aún confiaba en sus promesas de cambio y en su falsa contrición después de cada golpe.
Todo se lo había dado, lo había puesto a los pies de un ser violento por cobarde, fanfarrón por ignorante,manipulador y mentiroso, lleno de nudos sin resolver,
portador, quizás, de una violencia presenciada y aprendida, que un día sí y otro también, sacaba manos y puños a pasear, descargando toda la fuerza de sus miserias.
Sobrevivió algún tiempo, que le parecieron siglos, aislada, sin vínculos, con el dolor escondido y cristalizado en lo más profundo de su corazón, donde había enterrado su dignidad.
Había sido el amor de su vida..., y casi de su muerte.
Un día, alguien que pasaba muy cerca del hospital de vidas rotas,
le echó una cuerda, tejida de valor y esperanza, para salir de aquel pozo negro de desamor.
Le ayudó a expresar y compartir tanto sufrimiento, airearlo, que sanasen cada una de las cicatrices de sus alas rotas y..., denunciarlo.
Aquel día, sabia que iniciaba un largo y duro proceso, por un laberinto de espejos deformados, apegos enfermizos y pasiones encontradas.
Aún así se armó de valor, agarró aquel cabo con todas sus fuerzas,
y empezó a subir poco a poco.

Nana







Cuando era pequeña, imaginaba la muerte como una señora vestida de negro, cadavérica y ladrona, que algún día se llevaría a mis padres, y con ellos, la necesaria seguridad y proteccion que en la niñez representan,
o deberían representar.
Muchas noches, antes de que alguno de ellos me arropara, y cuatro angelitos velarán mis sueños, lanzaba mi inocente y retórica pregunta llena de incertidumbre:
«Mamá, (a veces era papá): ¿A qué no te vas a morir nunca?»
Su respuesta aliviaba mis temores:
«No te preocupes.
Estaremos contigo, hasta que seas, por lo menos, tan mayor como nosotros, y siempre habrá alguien a tu lado que te cuidará hasta que puedas hacerlo tú solita»
El tiempo, que parece frenarse cuándo somos pequeños, hacía que lo inevitable se me antojara muy lejano aún.
Eso me tranquilizaba.
Y he llegado hasta aquí en un suspiro.
Luché y vencí algunos miedos, alentada y protegida por la seguridad que te da el amor incondicional de los tuyos.
También puse duendes y
hadas con luz en las camas de mis hijas,
y ajusté sus sabanas cada noche.
Les dormí con nanas y cuentos, para calmar temores y arropar su fragilidad.
Hoy siento tristeza y vergüenza por esos otros niños de ojos heridos, tristes y asustados,
que seguramente vieron más demonios que ángeles en sus sueños.
Testigos precoces de dolorosas e injustas respuestas.
Sin guardianes ni idealistas Guidos a su lado, que les haga la Vida Bella, y resguarde su inocencia del peligro y el horror que les rodea.
Niños de la guerra,
del maltrato,
de la calle,
de balsas ataúdes,
del bullying,
de la explotación,
de la pederastia,
de la enfermedad,
del hambre,
........del olvido.
Invisibles,
en un mundo tan ciego con los más vulnerables.
El recurrente rincón de reflexión debería estar lleno de adultos.
¿Jugamos?
Una, dos y tres,
al escondite inglés...

De vocaciones


  He alcanzado hace poco el puerto más reflexivo de mi vida, donde he dejado varados treinta y ocho años de vocación.

Colgué llaves de aulas y de corazones rebeldes, que son los que más cuestan abrir, libros de texto, programaciones y tips pedagógicos, reuniones y charlas virtuales con padres.
Largas vigilias corrigiendo, pensando estrategias y soluciones a tantos problemas.
Recreos de vigilante y psicóloga sin diván.
Amistades para siempre, y separaciones muy tristes......
Más de media vida navegando las aguas, tantas veces turbulentas e incomprendidas, de la docencia.
Aún hoy me parece oír la barahúnda de idas y venidas por los pasillos entre clase y clase.
Treinta buenos días y hasta mañanas, que se multiplicaban por cinco o seis cada jornada.
Más de cien caritas cada año, esperando lo mejor de ti, a quienes hasta el segundo trimestre cambiaba nombres que, con no poca guasa, asumían, hasta que cuadraban en mi memoria.
Rostros de alegría y tristeza cada vez que les daba resultados.
Abrazos y aplausos al esfuerzo ......tanta vida.
He ocupado aulas gélidas,(las imagino ahora abiertas de par en par), pero os aseguro que se llenaban de calor y luz cuando mis grupos las ocupaban. A veces con energía menos positiva que la esperada, pero al final algo surgía que compensaba algún mal rato.
Desde mi experiencia, solo puedo decir que la docencia es cien por cien vocacional.
No la hubiera entendido ni atendido de otra manera.
En algún momento de la vida surge una luz que te atrae por unos u otros derroteros.
En 1975, imposible olvidar aquel año, un profesor, curiosamente de inglés, se atrevió a romper moldes en un centro público, de uniformes y normas arcaicas.
En aquel ambiente, tan rancio y casposo, sus clases brillaban y sobresalían muy interesantes y llenas de frescura.
Escuché por primera vez a Bob Dylan y Pete Seager.
Comentábamos fragmentos de la BBC y tradujimos algunos poemas de Walt Whitman.
Nos enseñó a pensar y no a qué pensar, y supo compartirnos lo necesario para aprender y avanzar.
(No siempre es mejor profesor quien más sabe, sino quien mejor lo transmite)
Desde aquel curso del 75, supe por donde llevaría mis estudios.
Valoré toda esa transformación que se produjo en mi forma de mirar la vida, el espíritu crítico que nos inculcó , para no quedarnos con aquella enorme criba, en modo de censura, que había en la cultura por aquel entonces.
Tal vez alguien ahora, equivocadamente, se atreviera a llamarlo adoctrinamiento.
Nada más lejos.
Me hizo crecer como persona, abrir mi mente y mi mirada, entender un poco más al ser humano, y saber que la enseñanza y el aprendizaje también se disfrutan.
Nada más y todo eso.
Ser docente es la más valiosa y mejor opción personal, si de verdad te importan los seres humanos.
Somos una generación de profesores que hemos sufrido muchas reformas educativas, — más de las que hubiéramos querido o pedido—, pero la más importante es la nuestra.
El contacto constante con niños y adolescentes nos mantiene jóvenes, porque a veces hay que mirar la vida a través de sus ojos para entenderlos, si no, corremos el riesgo de quedarnos atrás, obsoletos con toda nuestra sapiencia, o peor aún" predicando en el desierto".
Cicerón dijo:
"Si quieres aprender, enseña".
He aprendido muchísimo más de lo que haya podido enseñar en tantos años.
Nuestra sociedad, la occidental mucho más, rinde un exacerbado culto al dinero, al consumo innecesario y a la economía, relegando la educación a un plano muy secundario.
Las consecuencias las padecemos cada día:
Intolerancia, machismo y violencia doméstica, xenofobia, contaminación y destrucción del ecosistema, bullying, enfermedades depresivas....... tristeza.
De esta sociedad todos somos parte responsable.
Queda mucho por hacer, y los primeros cimientos son los más importantes.
Están en el hogar y en la familia.
Los padres deberíamos aprender ese deber.
¿No queremos educación pública y gratuita?.
Pues enseñar a los hijos a ser responsables, respetuosos, honestos, tolerantes, agradecidos y generosos, es gratis.
No deleguemos nuestra responsabilidad en los profesores de turno.
Tampoco deberían los gobiernos plantearse la Educación como una apuesta, sino un derecho de cada ciudadano,
y es deber suyo cuidarla y mejorarla.
Espero y deseo que la generaciones venideras, que saben de confinamientos pacientes y generosos y mascarillas respetuosas, sean quienes cambien el chip, y tomen conciencia de una vez por todas, de que si queremos una sociedad mejor, más feliz y más libre, emulando al peor presidente de los EEUU
Education, first!



Naúfragos


 Hace tiempo yo también quería cambiar el mundo,

cuando empezaba a crecer por dentro y me cambió la mirada.

Navegué mares y océanos,
buscando el yo más íntimo,
en islas de silencio y soledad.
Quizas para regresar después con más fuerza a los vínculos,
a los abrazos, que rellenan huecos en nuestras almas.
Solo por eso.
Ahora, que creemos saber más que nunca de aislamientos,
pienso las islas de Benedetti,
que el amor unía como una corriente de náufragos tendiendo puentes, desde sus castillos de arena.
Y aquellas otras,
de autocomplacientes y
ególatras robinsones,
agarrados a sus enormes ombligos,
levantando grandes muros sobre la seca aridez de sus islotes,
esperando la ola que viene.

Amor imperfecto





Algunas historias perduran en el miedo, en su propia inercia o alimentadas de engaños.
Nunca deberían haberse encontrado.
Hay otras de largo recorrido,
que con los años se asientan
y se van tejiendo sin arrebatos platónicos ni vaivenes que idealicen reencuentros, sería ficticio y hasta agotador.
Sublimemos, si acaso, la sinceridad y el respeto.
Ya es complicado cuidar cada día este puzzle, encajar las piezas que quedan y
quitar las que sobran,
codo con codo.
Las miradas de fuego se tornan complicidad donde reconocernos,
para mantener lo que es, sin conjeturas. Una sólida diacronía, la solvencia generosa de aventuras cotidianas,
la parte más real de algunos espíritus inquietos y soñadores como el mío,
un cauce necesario para ese aluvión de emociones que nos depara la vida.
Hoy no voy a marear musas,
ni buscar versos ajustados de rima previsible.
Tú me inspiras la más auténtica y sencilla prosa, nacida de tu honradez
y crecida en tu innegociable lealtad.
A estas alturas de nuestras vidas,
lo demás es un poco superfluo.

Ser madre




Ser madre no sólo es una opción, es toda una revolución. La más maravillosa que me ha pasado nunca y el reto más importante de mi vida.

Seguro que me equivoqué muchas veces, presioné más de la cuenta o contagié algunos de mis miedos.
La respuesta nos la devuelve la vida. Sólo hay que esperar.
¡Crecen tan deprisa!
Mis hijas no son dos gotas de agua.
Bien distintas pero encajables.
Sus diferencias las unen y suman colores a sus vidas y a quienes de verdad las queremos.
Se ayudan si se necesitan, sin celos ni protagonismos.
Cada una intenta ser la mejor versión de si misma.
Cuesta no mezclar sus decisiones con nuestras expectativas, pero volaron hacia sus sueños.
No sé si esa libertad les pueda pasar factura en momentos como éste.
Ellas se hicieron responsables de su elección y de curar sus alas cuando se rompan para no quedarse ancladas.
Saben que la perfección no existe, pero sí el crecimiento que deriva del esfuerzo, la honestidad y la constancia.
No hay ERTES, Paro ni proyectos frustrados que pueda con ellas, que de piedras y caídas ya saben, y resurgen mas fuertes, porque aprenden la lección y aligeran sus mochilas de reproches y culpas.
Me siento orgullosa y agradecida de ser vuestra madre.
Nunca os he preguntado si esto es recíproco.
No me hace falta.
Sé de la complicidad que nace de nuestro cariño,
y proclamo a los cuatro vientos que mi vida con vosotras se llenó de sentido y se multiplicaron mis afectos.
En estos días de retiro "covidero", sois la alegría y la luz que ilumina la incertidumbre de las tormentas por venir.
¡Gracias, hijas!

Padre

 Ha pasado la mitad de mi vida desde que te marchaste para siempre, a tu manera, sin la gravedad y dureza del previsible desenlace.16 meses deshauciado por un cáncer, hoy se recuerda mundialmente esta enfermedad. En silencio te quedaste dormido en el sueño eterno.

Te fuiste y con los años, el hueco es más hueco y más irremediablemente verdad.
Padre, amigo, porque no tuviste enemigos, no podías tenerlos. Tu enorme espíritu crítico surgía siempre de tu inteligente y franca autocrítica.
Eso te hacía más cercano y humano,
Honesto y honrado donde los haya, quizás por eso no aprovechaste las buenas circunstancias que te brindó la vida, porque siempre pensaste que escalar peldaños innecesarios era perder parte de tu libertad y tu más íntima autenticidad.
Inconformista y a veces incomprendido.
Recuerdo tu crítico escepticismo sobre lo que llamabas," la trastienda de la política".
Como discutías en tu mayéutica inteligente sobre el sistema, esquivando opiniones tajantes que, por tajantes, pensabas, no costaban nada.
Sencillo y campechano, como buen valdepeñero te gustaban"los chatos" con los amigos, tus incondicionales.
Recuerdo a tus compañeros de trabajo parados en la puerta de tu habitación, ya tan fría, para recordarte como te conocieron, tan lleno de vida.
Todos los Sábados celebrabais vuestra amistad comiendo en "el Paraíso".
Coincidencias de la vida, te fuiste, tal vez a un paraíso y era también un Sábado. No fue un sábado más, nos dejaste apagados y se fue parte de nuestra alegría, durante mucho tiempo, contigo.
Se marchó el padre, el esposo, el abuelo, el colega, el amigo, el jurista honrado y valiente, el ser más íntegro, humano y cariñoso que cualquier persona hubiera querido conocer y disfrutar.
Te llevamos a Valdepeñas, allí querías tus restos, tu esencia quedaba en nuestros corazones.
La iglesia de la Asunción estaba abarrotada y, aunque no eras muy amigo de homenajes oficiales, alguno tuviste en vida, la gente de tu pueblo te brindó el último
La salida de la iglesia no podía ser de otra manera. Entre la pena y el llanto, algunas máscaras, era Carnaval, bailaban y reían cerca del coche fúnebre y quise adivinar un guiño, una sonrisa desde tu féretro envuelto en flores.
Era tu paradójica filosofía de vida; alegría en tu adios para siempre.
Cada vez que se marcha alguien tan querido, consuela sentir que el amor trasciende más allá de la finitud, que sigue latente en cada detalle y en ese bello momento que nos embarga y emociona al recordarlos.




Superwoman

 Lo suyo iba a ser diferente.  Ella decidiría. Cortar con lo cómodo,  con la tramposa dependencia. Ella se cuidaría. Nada de salvadores,  bu...