jueves, 29 de abril de 2021

Padre

 Ha pasado la mitad de mi vida desde que te marchaste para siempre, a tu manera, sin la gravedad y dureza del previsible desenlace.16 meses deshauciado por un cáncer, hoy se recuerda mundialmente esta enfermedad. En silencio te quedaste dormido en el sueño eterno.

Te fuiste y con los años, el hueco es más hueco y más irremediablemente verdad.
Padre, amigo, porque no tuviste enemigos, no podías tenerlos. Tu enorme espíritu crítico surgía siempre de tu inteligente y franca autocrítica.
Eso te hacía más cercano y humano,
Honesto y honrado donde los haya, quizás por eso no aprovechaste las buenas circunstancias que te brindó la vida, porque siempre pensaste que escalar peldaños innecesarios era perder parte de tu libertad y tu más íntima autenticidad.
Inconformista y a veces incomprendido.
Recuerdo tu crítico escepticismo sobre lo que llamabas," la trastienda de la política".
Como discutías en tu mayéutica inteligente sobre el sistema, esquivando opiniones tajantes que, por tajantes, pensabas, no costaban nada.
Sencillo y campechano, como buen valdepeñero te gustaban"los chatos" con los amigos, tus incondicionales.
Recuerdo a tus compañeros de trabajo parados en la puerta de tu habitación, ya tan fría, para recordarte como te conocieron, tan lleno de vida.
Todos los Sábados celebrabais vuestra amistad comiendo en "el Paraíso".
Coincidencias de la vida, te fuiste, tal vez a un paraíso y era también un Sábado. No fue un sábado más, nos dejaste apagados y se fue parte de nuestra alegría, durante mucho tiempo, contigo.
Se marchó el padre, el esposo, el abuelo, el colega, el amigo, el jurista honrado y valiente, el ser más íntegro, humano y cariñoso que cualquier persona hubiera querido conocer y disfrutar.
Te llevamos a Valdepeñas, allí querías tus restos, tu esencia quedaba en nuestros corazones.
La iglesia de la Asunción estaba abarrotada y, aunque no eras muy amigo de homenajes oficiales, alguno tuviste en vida, la gente de tu pueblo te brindó el último
La salida de la iglesia no podía ser de otra manera. Entre la pena y el llanto, algunas máscaras, era Carnaval, bailaban y reían cerca del coche fúnebre y quise adivinar un guiño, una sonrisa desde tu féretro envuelto en flores.
Era tu paradójica filosofía de vida; alegría en tu adios para siempre.
Cada vez que se marcha alguien tan querido, consuela sentir que el amor trasciende más allá de la finitud, que sigue latente en cada detalle y en ese bello momento que nos embarga y emociona al recordarlos.




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