Alguna vez retaron al sol y se rindieron a las estrellas.
Han llorado mares de emociones,
y se han perdido ávidos y curiosos en miles de libros.
Hablan cuando te miran,
y aún enfebrecen y se apasionan.
Han sido dos luceros para mi padre,
dos órbitas llenas de luz,
dos continentes, con una bella, curiosa y, con los años, delicada orografía de cataratas, drusas, cuerpos cristalinos,
desprendimientos...
Fascinantes y maravillosas ventanas que el tiempo, poco a poco, nos va entornando.
L.C.S