Quién sabe a dónde irá el último hálito de cada quien,
si habrá algún archivo cósmico de buenas y malas energías,
si saldrán mariposas hacia una luz de belleza química transformada,
si reptaremos como gusanos anélidos, condenados para siempre a airear y nutrir la tierra con nuestra basura a la espalda,
o si seremos engullidos por el vacío y el silencio.
Nadie lo sabe.
Somos la única especie viva llena de preguntas si no hay credo.
Solo tengo una certeza revolucionaria, capaz de conquistar la memoria de mi mente escéptica y dar algo de sentido a todo esto:
Amar.
Todo el amor que nos roza se queda en la memoria.
Pero también los besos pendientes, los abrazos sin abrazo y las palabras silenciadas.
Tantos gestos de amor perdidos y, a veces, reemplazados por nuestra peor versión...
Tal vez ayudaría preguntarse, alguna vez
¿Para qué vivimos?

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