Cuando tengo un día contaminado
de color gris casi negro,
me pongo a andar por el campo,
la ciudad, los pasillos... y por las palabras.
A menudo de puntillas, sin hacer ruido,
para no despertar las más tristes,
las cómplices del mal humor y de la impaciencia.
Otras veces voy como elefante en una cacharrería,
arrasando con ellas la angustia y los miedos del momento.
He repisado y repasado muchos kilómetros terapéuticos,
sin GPS, sin control de latidos, calorías ni distancias,
para gestionar mi desánimo, salir de mí misma por un momento,
dejar de mirarme el ombligo, auyentar demonios
y volcarlos en hojas y huellas sanadoras.
Regreso agradecida, limpia y con un mapa de bellos relieves.
de color gris casi negro,
me pongo a andar por el campo,
la ciudad, los pasillos... y por las palabras.
A menudo de puntillas, sin hacer ruido,
para no despertar las más tristes,
las cómplices del mal humor y de la impaciencia.
Otras veces voy como elefante en una cacharrería,
arrasando con ellas la angustia y los miedos del momento.
He repisado y repasado muchos kilómetros terapéuticos,
sin GPS, sin control de latidos, calorías ni distancias,
para gestionar mi desánimo, salir de mí misma por un momento,
dejar de mirarme el ombligo, auyentar demonios
y volcarlos en hojas y huellas sanadoras.
Regreso agradecida, limpia y con un mapa de bellos relieves.
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