Hay días en los que el zoom de la imaginación no da para más,
y el tímpano recoge
algún sonido perturbador, como de afilar cuchillos.
Las palabras se escurren vivas y libres, antes de que las aprisione un monólogo en bucle.
¡Menos mal!
Cómo si todo ya estuviera escrito y solo llegara un eco disonante de horribles noticias y peores gestos.
Miraré, como Pedro Páramo, caer las gotas iluminadas por los relámpagos,
¡llueve a cántaros!
Por la noche, si despeja, buscaré polvo sideral,
las estrellas que aún no han caido en el jardín.
Hay días en los que mi vergel se vuelve una triste parcela desnuda sin sueños.
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