martes, 1 de junio de 2021

Y nada más

¡Qué lejos aquella infancia reveladora, llena de sorpresas y de pura inocencia!
Los años lentos, ralentizados por una adolescencia impaciente y rebelde. El resto pasa en un suspiro. Son ráfagas de cambios, proyectos, despedidas y encuentros, hasta llegar a un puerto más tranquilo.
Cada etapa de la vida es diferente, y adentrarnos en ella con ganas de aprender nos mantiene jóvenes.
En este tramo reconozco y acepto a cada una de las mujeres del espejo. Después de muchos laberintos de lunas distorsionadas logré la versión más nítida,
con el brillo de la curiosidad y la pasión atrapados aún en la mirada, las ocurrencias y las pequeñas locuras de la niña que me regresa,
y es que a veces, soy un poco payasa.
Los relieves aceptados como mapa definidor de lo vivido.
No hay prisas cuando escucho lo que suma, y me escabullo de quienes hablan para decir nada.
Entendi lo perfecto de la imperfección, y me conmueve lo vulnerable.
Como mi admirada Irene Vallejo, me alejo de la geometría de las mentes cuadradas y de los círculos viciosos.
Denuncio la injusticia y la injusta legalidad,
la ignorancia arrogante y lo mezquino.
Soy una insumisa bien educada, que arrinconaría a quienes levantan muros en vez de alargar brazos.
No me fío de lo tajante, siempre he sido de matices, a veces lleva tiempo entender que menos es más.
El máster más valioso, sobre el valor de las pequeñas cosas, me lo regaló la vida, con montones de créditos y me siento agradecida.
Aprendí que merece la pena reajustar el amor, que florezca en casa, a tu alrededor, compartir y emplear el tiempo con la gente que quieres de verdad y de verdad te quiere, recordar a quienes se fueron con una sonrisa y llorar hasta limpiar la pena o canalizar la alegría que nos desborda.
Hablar con mis hijas y achucharlas como si no hubiera mañana, por todos los abrazos que no nos dimos y por los que luego faltarán,
pasear con mi compañero de vida y a veces sola, en silencio, atenta a la belleza que se ofrece generosa,
disfrutar de la lectura bajo la encina o junto a la higuera, con un concierto de pájaros en primavera y de chicharras y grillos en verano,
observar a Neska moviendo el rabo juguetona y feliz, o a todos los gatitos semiadoptados que arramplan a sus anchas por nuestros dominios.
Me divierte alguna película que me
conmueva, y un sudoku de los difíciles.
Cumplo etiquetas de buena Tauro; soy fiel a mis afectos, hedonista y un poco testaruda,
de comidas y cenas con mi gente, de tostadas de aceite con tomate por la mañana, mientras suena la radio,
y si me nace, me pongo a bailar o a cantar.
Nada más y todo eso.




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