martes, 8 de marzo de 2022

Paula


Es uno de los seres más disfrutones, generosos y empáticos que nos ha regalado la vida.

Aquella pequeñaja que se bajaba unos zuecos nórdicos de una balda de recuerdos, porque decía que "el señor adorno" era su amigo, 

y paseaba su claqueteo hasta que alguien la convencía para quitárselos.

Creció y se calzó zapatillas de ballet y tacones de flamenco en  coreografías que  disfrutó durante años.

Tenía duende, gracia y mucha luz;


empezaba a bailar la vida.

 

 A veces desaparecía, pero sabíamos dónde encontrarla;

en su "roca de pensar", frente al mar de Mojácar, donde, en su media lengua, componía poemas de flores y pajaritos.

A veces los convertía en canciones, que canturreaba a todas horas y en cualquier lugar, excepto con aquella "seño" un poco gris, que le mandaba al rincón del pesar si la oía tararear una sola nota,

pero ella siguió cantando.

Cuando su primer teclado se le quedó pequeño, nos metió un piano en el salón,


ya era musica.

 

Llevaba libretas y colores  para pintar sueños, y a veces improvisaba dibujos en servilletas de papel.

Luego llegarían sorprendentes retratos de ojos que te siguen, miradas que traspasan y traducen sentimientos;


pintaba el alma.

 

Invirtió sus primeros ahorros en una cámara para cincelar la vida y más tarde digitalizarla en un Mac.

Tenía clara esa bella e idealista tarea de intentar mejorar y a veces denunciar la realidad a través del arte,


quería contar historias.


Estos últimos tiempos no le han sido fáciles, le han robado algunas primaveras, pero con ella debe ser verdad que el arte libera, sensibiliza, cura y te hace mejor persona, a pesar de los obstáculos y de quienes no lo valoran.

En Granada, ciudad mora,  se quedó, seducida por su arte, el embrujo de la Alhambra...,y por alguien más.

Sus ojos ya son dos  luceros nazaríes, 

alumbrando el otro lado del Darro.

En estos tiempos tan aciagos tú eres luz y esperanza







           


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