Sabían que no era probable coincidir por la vida,
volar hacia atrás como un colibrí,
continuar aquella versión genuina del rosa,
lo minúsculo hecho mayúscula,
donde las miradas hablan
y el amor se inventa.
El adiós los convirtió en pasado,
y trajo palabras,
un torrente de letras para desahogar la nostalgia, la duda, la rebeldía adolescente,
y el dolor de algún complejo escondido.
Les quedaron trozos sueltos de vida inacabada,
la miel en los labios
y un corazón frenado,
envuelto para siempre,
como una crisálida,
en la memoria de su juventud.
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