Me rindo a Selene en toda su plenitud,
y me pierdo en su noche,
como si la antesala del sueño fuera lo más parecido a la definitiva y única certeza,
los puntos suspensivos de todo lo que queda sin desahogar,
una atmósfera de suaves aullidos llenos de significado, que se diluyen en esa frontera onírica y licántropa,
donde su luz oculta las estrellas.
Cuando amanece, te roba las revelaciones de Morfeo, olvidadas en un instante,
y retozona, como si nada, celebra los primeros rayos de su hermano, desde lejos.
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