A veces el corazón se pinta los labios, se viste de fiesta y sale de casa.
Su entusiasmo barre los restos de todas las batallas,
en una pulsión de vida que aleja la desidia.
No hay miedo, chantaje ni un coágulo de plegaria que lo detenga,
galopa imparable, abriéndose paso por cada poro de la piel y por los huecos del alma,
despertando una avalancha de amor...,
donde quedo sepultada.
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