Ella es un soliloquio
nadie le representa,
prefiere la calma en el desamor.
Ha deshecho el lazo de un silencio atronador,
y se escucha.
No hay palabras de despecho,
ni venganzas,
aunque sabe que los versos sin drama no venden.
Lleva la tristeza justa de una rutina quebrada y de un para siempre en el viento.
Le quedan papeles que arreglar,
Netflix hasta fin de mes
y una parte de luz y gas,
¿o era luz de gas?...,
cambiar pronombres y adjetivos,
y regalarse algún ramito de violetas.
Puede ocupar más sitio en el armario,
llenar de sueños el otro lado de la cama,
y aullar a la luna cuando le plazca,
recuperar algunas de sus cosas perdidas en el trajín de la vida,
y volver a ser su única dueña.
.
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