No hacía falta que se fuera el día de mi cumpleaños para que la recordara siempre.
Agradezco a la vida haberla conocido y haberla disfrutado.
Aquella mañana sabía que sería nuestro penúltimo encuentro, y sacó fuerzas para salir de la cama, vestirse y encasquetarse uno de sus elegantes sombreros.
Yo hoy me los quito todos ante ella.
Nos llevamos todos los brindis a la amistad al recibirnos en su cortijo cada vez que explosionaba la jara,
y en tiempos de berrea.
Nuestros viajes culturales, gastronómicos y enológicos por Europa, siempre llenos de anécdotas,
llevarnos por sus rincones daneses de amor, con nuestro vikingo favorito,
las cenas de fin de año con las niñas y los Manueles,
tantas risas...
Nuestra AMIGA coqueta, disfrutona y vitalista,
un cascabel generoso y acogedor,
un ser "hyggelig", como me enseñó a decir en su segunda lengua.
Ya la imagino alborotando el universo para ser la estrella más brillante
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