Somos unos idiotas emocionales.
Vamos involucionando hacia el humanoide que no entiende de principios si no cotizan,
valemos los beneficios que generamos,
y en esto se ha convertido nuestra Ítaca.
Estamos a un click de ir a comer con Alexa pero ignoramos al de al lado y si estorba, le sacrificamos.
Asusta pensar en la felicidad de Huxley,
en un mercado de egos programados, de postureos maquinados, y de un banal exhibicionismo testosterónico que nadie impide.
En estos tiempos nos cuesta conectar con "aquellas pequeñas cosas", con los demás y con las palabras...,
tan huecas, en un horizonte, donde tu libertad se pasa la mía y la de muchos más por el forro.
Nuestra vida es muy frágil, y no debería ser un proyecto de acero inoxidable sino inolvidable.
Necesitamos una pedagogía de la mirada, para tantos ejércitos miopes que hacen invisibles a quienes califican como estorbos, se llamen migrantes, mujeres, ancianos, niños, personas con discapacidad, homosexuales...
Ojalá y supiéramos enfocar el panorámico de nuestra vida, gestionar nuestros juicios y prejuicios, nuestras tripas
y nuestros afectos,
cuidar de nuestro oído, cargado de auriculares casi todo el día, sin a penas escuchar lo que nos rodea, sólo lo que quieren que oigamos, como si no nos importara nada más en nuestro aislamiento,
y... el tacto.
Manos cogidas por la calle, abrazos, la textura de la lana, nuestro primer aprendizaje con el barro, la tierra, el agua, una fruta, una flor...
Difícil reeducarnos en esta utilidad tan inútil,
Complicado ser valiente, diferente, ir contra corriente, porque el miedo, a veces, paraliza, distrae, hace malos amigos, roba nuestros sentidos, nuestros sueños y nuestras palabras...,
y se puede volver contra nosotros.