Prohibido envejecer con alegría,
sin invitar a comer a los gorrones triglicéridos, azúcares y colesterol,
sin pasear con la pesada osteoporosis, sordera, cataratas y los gemelos ralentizados,
y sin contar con las antipáticas ojeras, manchas y radicales libres,
¡ con quienes antes fueron libres y radicales...!
Prohibido envejecer sin quejarse todo el rato, sin hablar de enfermedad y de muerte, sin hacer lo "recomendable" para el resto más que para tí,
sin disfrazar los surcos de la vida.
Prohibido envejecer con dignidad,
renovarse, cultivar la ironía y el sentido del humor,
comprar unos zapatos en vez de un sillón de 24 horas,
o desoir horarios para caminar, escribir y leer poesía.
Prohibido envejecer rebelde, sin dejarte guiar, aunque no quieras,
sin que te hablen con diminutivos infantiloides y ñoña condescendencia, des-pa-ci-to, por si no te enteras, o a VOCES,
porque la vejez es una sorda total, una gagá casi invisible.
Prohibido envejecer erguidos, sociables, curiosos y atentos..., apasionados.
Llenos de matices y de carácter, como el buen vino, con reposados aromas y en roble duro, como la vida,
y querer contar cuentos en vez de la cuenta atrás.
Y si las fuerzas te acompañan hasta el misterio...,
prohibido gritar toda la soledad que silencias.
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