-Venga, te toca.
Y vuelve a tirar.
-A mis unas, sin mover,
sin reír...,
Cuando está sola habla con ella,
cantan y duermen a los bebés de goma,
y dan clase a un ejército de sillitas, que atienden sin replicar.
Ponen tienda con manjares de flores, hojas y regalices de palitos,
y se leen todos los cuentos para contarlos mejor que nadie.
Y con los años,
se volvió respondona y rebelde.
Y vuelve cuando quiere,
y le sorprende,
y le emociona,
y le da conversación,
y le regaña,
y se enfada,
y espera a que se le pase.
También hace gestos,
dice tacos y le pregunta al espejo.
Y después,
llegaron ellos y ellas,
las voces reales de su vida,
las que le hablan, algunas hasta por los codos,
y a veces le escuchan,
pero cree que no le entienden igual,
que igual ni le entienden.
Hace tiempo que esconde esa voz entre las palabras,
dormida sobre papeles,
para quien la encuentre algún día,
y la despierte para siempre.
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