He visto un belén con un niño naciendo bajo los escombros, y miles más muriendo, abandonados a su suerte, en una huida desesperada hacia ninguna tierra prometida.
El camino que lleva a Belén...
Y ¿Cómo devolver la sonrisa, la esperanza y la ilusión a sus miradas...
¿Cómo devolverles la vida?
Dime niño, de quién eres...
Ningún dios del Universo, ningún paraiso acogería tanta vergüenza.
¿Quién puede presumir de ser "el elegido" para tal masacre?
Sean malditos terroristas o ejércitos de Herodes insaciables y vengativos.
Y ¿Por qué denunciamos de perfil?
Vivimos una distopía tan tristemente normalizada, que me conmueven y admiro a quienes tratan de curar las heridas de "los daños colaterales", sin etiquetas excluyentes.
Es la más generosa militancia.
Son auténticos reyes magos,
y la buena estrella que nos ayuda a mantener aún una pizca de esperanza en el ser humano.
La Navidad no tiene para mí sentido, sin un grito rotundo y unánime contra la guerra.
Noche de paz, noche de amor..
.
.