Hoy trabajo en la distancia para una pequeña fábrica, llena de oportunidades, nostalgias y herramientas de la marca sueños, abre las 24 grietas de sus puertas,
bellos lotes del pasado,
tal vez sublimado en la lejanía, con la garantía del recuerdo bien cimentado y pletórico de ayeres,
de una niña abrazada a su padre, que olía a menta y tabaco.
A mañanas sin colegio, rebujada entre las mantas, cubiertas de historias para leer y contar.
De noches a la fresca, con la abuela y la tía Carmen,
esperando al sereno, su fiel pregonero nocturno.
Desayunos de rebanadas de pan frito, esperando,
mientras la leche cocía y se uperizaba a la antigua usanza,
mañanas de radio,
de discos dedicados,
"el negrito del Colacao", que anunciaba la novela, y aquel Manicomio S.L., antes del almuerzo.
Mi madre tejiendo colores: azul, salmón, blanco, rojo...., para nuestras prendas de domingos y festivos, ( porque antes las mudas estaban contadas y clasificadas),
¡Cómo me gustaba observarla!,
y nunca aprendí ese maravilloso arte envuelto en madejas y ovillos.
Aún no había muchas pantallas, excepto la grande,
todos los domingos sesión continua, palomitas y gaseosas, rodando desde "el gallinero", y parejas recomponiéndose de
sus magreos por la inoportuna luz del acomodador.
Miradas soslayadas, furtivas, cruzándose con tu primer amor,
ese que quedó como asignatura pendiente, sin derecho a convocatoria.
Aquellas interminables siestas, de veranos asfixiantes, pero de carcajadas frescas y voces, silenciadas por una zapatilla amagando en el aire, a la que siempre nos rendíamos.
El rato amargo de mi primera "chispa",
y mi primera bronca, seguida de castigo paternal, en una tarde de decepción y mal de amores,
vinitos en "el Salivilla" y en El Granito de oro,
largas charlas con mi mejor amiga de juventud, intentando arreglar el mundo con lo caótico del nuestro.
La primera clase con adolescentes desconocidos, a quienes les cambiaba el nombre pero les mantuve el cariño para siempre,
el nacimiento de mis hijas, la tierna esperanza sobre mi pecho.......
Todo me llueve de golpe, llena los almacenes del alma y quiere contarse,
en estos fatigosos 500 dias y un millón de noches, de amores huérfanos de abrazos,
y besos al aire, vaciar la angustia y el miedo, abrir resquicios al alma, ventilarla y repasar quién soy,
paradójica introspección para compartir,
en tiempos de cerrojos, mascarillas y distancias,
terapia para tantas soledades frente al eco del espejo, para recordar la fragilidad y lo que de verdad importa,
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