¡Que me perdonen Cupidos y San Valentines!
No quiero aguar la fiesta del Amor a nadie, y menos en estos tiempos tan necesitados de gestos afectivos,
y de expectativas comerciales para cada día de...
Es verdad que en su nombre se ha creado mucha belleza,
pero también se han cometido las peores atrocidades.
Puede mover y parar el mundo;
pero en este puerto de mi vida, lo reconozco más en las pequeñas cosas.
No es un contrato indefinido, aunque dure toda la vida,
ni se arrincona o se exhibe como un trofeo.
No es amor si se domestica, manipula o ningunea,
si le asfixias o te lo apropias, como si se tratase de una posesión para siempre.
Sus flechas no hieren, orientan,
y sus lazos no atan rosas por encargo,
unen flores diferentes en un mismo proyecto de vida.
No se utiliza para tapar nuestra ignorancia emocional,
ni es un mero deseo desbordante y apasionado que urge impaciente y luego ni me acuerdo,
Si le sublimas en poemas y canciones para alimentar egos,
en vez de cuidarlo y disfrutarlo tal cual es.
No se escurre en roles interesados
ni te hace sentir inútil.
No se crean conflictos innecesarios en su nombre,
aunque a veces cueste;
lo reconozco más en treguas y en pactos.
Tampoco se alarga en años de inerte quietud,
y de soledad compartida.
Es difícil definirlo, por eso es el gran sentimiento,
y sabes cuando lo encuentras;
donde hay amor, su luz lo descubre, aunque a veces surjan apagones.
¡Felicidades a quienes disfrutan
de esa bella claridad!
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