El regreso de las cigüeñas me devuelve tu despedida,
Sigo atrapada en tus abrazos de menta y tabaco.
Paseo de tu mano y a horcajadas si me llevas a dormir,
y en mis sueños no falta nadie.
Por la mañana te veo frente al espejo de tu habitación,
en unos movimientos graciosos e imposibles que llamabas gimnasia,
y en los elegantes de aquellos tangos milongueros que me quedaron pendientes.
Observo toda la parafernalia de tus afeitados, siempre a brocha,
mientras esperaba mi turno para el baño,
y en noches de exámenes, resolviendo mis dudas semánticas e históricas,
con tu vaso de leche con galletas.
Vamos juntos hasta el autobús que me llevaba cada domingo a mi primer destino laboral;
siempre me acompañabas,
A veces te oigo llamarme "Lolilla", como a mamá en tus poemas,
y como claramente escuché un instante después de marcharte hacia el misterio.
Me regresáis entrelazados en un tango de Gardel; Volver,
como vuelven las cigüeñas
Queda su esencia repartida en cada hijo.
Tal vez para que nos sintamos menos huérfanos.
A mi me tocó mucha de mi padre.
Lo reconozco en mi forma de dudar,
de cuestionar dogmas y verdades universales,
En que, igual que a él, me cuesta pedir favores,
pero no pedir perdón.
En muchas discusiones
era el abogado del diablo, o se ponía del lado del más débil.
A mi me pasa a veces.
No era tajante, ni pretendía ser un padre perfecto,
y eso lo hacía más humano.
Nos dejó algunas de sus fobias e inseguridades,
y su afán guerrero en el trabajo.
Era impecable y valiente en sus litigios.
También escribía,
y lo hacía muy bien.
A mano, tachaba, corregía,
y luego oias el timbre de su Olivetti, y el ruido del carro al desplazarlo de extremo a extremo.
Cuando me dejaba, me gustaba sentarme en el suelo de su despacho y observarlo escribir.
Tal vez, si hubiera tenido tiempo,
habría escrito algo interesante y algún poema más.
los paseos con mi madre,
y bailarse otro tango,
y, como buen valdepeñero, de algún vino que otro,
en petit comité.
Creo que no le gustaría la inmediatez y la prisa de esta sociedad, que ofrece más cosas que afectos.
Echo de menos los suyos.
Los besos repetidos, sonoros y apretados en los carrillos.
Los TBOs y los Pulgarcitos que traía, si algún virus nos dejaba en cama.
Pero sobre todo y siempre ...
su olor a menta y tabaco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario