Cuanto más perdida está,
más se reconoce en esa
ciclotimia.
Ya sabe que en un instante,
en un abrir y cerrar de ojos,
todo puede cambiar.
La tristeza se va,
y entra la alegría con turno de día.
Se cruzan y se saludan.
A veces se paran a charlar.
Son viejas amigas
que vigilan un corazón
desertor de un cuerpo
tan efímero y tan pequeño,
de un solo uso...
y con tanta ansia de eternidad.
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