Otra vez,
las bicicletas descansan en la pared sus kilómetros estivales,
y el agua reposa gélida bajo una lona azul.
Los almendros y las encinas se desvisten con parsimonia,
y los pájaros se mudan a mi cabeza, en este otoño inspirador.
Los arriates son lechos de tierra en un compás de espera,
y en la mesa queda un jarrón con flores secas, culminando un rastro de belleza.
La casa, el refugio que me separa por un tiempo del mundo, queda en silencio.
Y otra vez,
me llevo todo en mi piel.
n mi piel
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