Septiembre se va.
No hay madriguera,
cueva ni piedra que oculte en letargos su nítida luz.
Convoca la lluvia,
y repite nostalgias
de frescos recuerdos,
como un déjà vu.
Septiembre se va.
Y llena su cielo
de trenes con alas,
huyendo hacia el sur,
de uvas prensadas,
de higos y nueces,
y rojas granadas
en velos de tul.
Septiembre se va,
cerrando sus tardes
de bellos ocasos
en la planitud.
La luna ilumina
sus ocres manchegos,
a sus pies tendidos,
como gratitud.
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