martes, 25 de junio de 2024

Perder

 Nadie nos enseña a despedirnos sin un fuerte sentimiento de orfandad y de oportunidades frustradas.

Como si nuestra vida solo fuera lo que nos dejan y no lo que conquistamos.

No nos perdonamos la impaciencia de algunos miedos que no dan tregua a nuestros sueños. 

Los padres se llevan la infancia y su escudo protector con ellos.

Algunos amigos y amores perdidos

se quedan con parte de nuestra adolescencia y de nuestra juventud.

Pero hay una selecta y sublime memoria emocional, impresa en un corazón guardián, que siempre nos devuelve lo mejor de cada ausencia, 

y separa en montones distintos las pérdidas y las despedidas...

 si sabes perdonar o perdonarte.

Y nos hace valientes para soltarnos, atrevernos y sentirnos mejores y más vivos.


Ojalá y cuando ya no podamos cuidarnos ni cuidar de nadie,

no seamos un recuerdo apalancado.

Y nos lleven en la memoria, con la llave de las emociones, 

abriendo siempre lo que les haga fuertes y felices.

Sin dependencias que lastren todas las opciones y les anclen en la pena y en la soledad.

 Porque eso es perder



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