He alcanzado hace poco el puerto más reflexivo de mi vida, donde he dejado varados treinta y ocho años de vocación.
Colgué llaves de aulas y de corazones rebeldes, que son los que más cuestan abrir, libros de texto, programaciones y tips pedagógicos, reuniones y charlas virtuales con padres.
Largas vigilias corrigiendo, pensando estrategias y soluciones a tantos problemas.
Recreos de vigilante y psicóloga sin diván.
Amistades para siempre, y separaciones muy tristes......
Más de media vida navegando las aguas, tantas veces turbulentas e incomprendidas, de la docencia.
Aún hoy me parece oír la barahúnda de idas y venidas por los pasillos entre clase y clase.
Treinta buenos días y hasta mañanas, que se multiplicaban por cinco o seis cada jornada.
Más de cien caritas cada año, esperando lo mejor de ti, a quienes hasta el segundo trimestre cambiaba nombres que, con no poca guasa, asumían, hasta que cuadraban en mi memoria.
Rostros de alegría y tristeza cada vez que les daba resultados.
Abrazos y aplausos al esfuerzo ......tanta vida.
He ocupado aulas gélidas,(las imagino ahora abiertas de par en par), pero os aseguro que se llenaban de calor y luz cuando mis grupos las ocupaban. A veces con energía menos positiva que la esperada, pero al final algo surgía que compensaba algún mal rato.
Desde mi experiencia, solo puedo decir que la docencia es cien por cien vocacional.
No la hubiera entendido ni atendido de otra manera.
En algún momento de la vida surge una luz que te atrae por unos u otros derroteros.
En 1975, imposible olvidar aquel año, un profesor, curiosamente de inglés, se atrevió a romper moldes en un centro público, de uniformes y normas arcaicas.
En aquel ambiente, tan rancio y casposo, sus clases brillaban y sobresalían muy interesantes y llenas de frescura.
Escuché por primera vez a Bob Dylan y Pete Seager.
Comentábamos fragmentos de la BBC y tradujimos algunos poemas de Walt Whitman.
Nos enseñó a pensar y no a qué pensar, y supo compartirnos lo necesario para aprender y avanzar.
(No siempre es mejor profesor quien más sabe, sino quien mejor lo transmite)
Desde aquel curso del 75, supe por donde llevaría mis estudios.
Valoré toda esa transformación que se produjo en mi forma de mirar la vida, el espíritu crítico que nos inculcó , para no quedarnos con aquella enorme criba, en modo de censura, que había en la cultura por aquel entonces.
Tal vez alguien ahora, equivocadamente, se atreviera a llamarlo adoctrinamiento.
Nada más lejos.
Me hizo crecer como persona, abrir mi mente y mi mirada, entender un poco más al ser humano, y saber que la enseñanza y el aprendizaje también se disfrutan.
Nada más y todo eso.
Ser docente es la más valiosa y mejor opción personal, si de verdad te importan los seres humanos.
Somos una generación de profesores que hemos sufrido muchas reformas educativas, — más de las que hubiéramos querido o pedido—, pero la más importante es la nuestra.
El contacto constante con niños y adolescentes nos mantiene jóvenes, porque a veces hay que mirar la vida a través de sus ojos para entenderlos, si no, corremos el riesgo de quedarnos atrás, obsoletos con toda nuestra sapiencia, o peor aún" predicando en el desierto".
Cicerón dijo:
"Si quieres aprender, enseña".
He aprendido muchísimo más de lo que haya podido enseñar en tantos años.
Nuestra sociedad, la occidental mucho más, rinde un exacerbado culto al dinero, al consumo innecesario y a la economía, relegando la educación a un plano muy secundario.
Las consecuencias las padecemos cada día:
Intolerancia, machismo y violencia doméstica, xenofobia, contaminación y destrucción del ecosistema, bullying, enfermedades depresivas....... tristeza.
De esta sociedad todos somos parte responsable.
Queda mucho por hacer, y los primeros cimientos son los más importantes.
Están en el hogar y en la familia.
Los padres deberíamos aprender ese deber.
¿No queremos educación pública y gratuita?.
Pues enseñar a los hijos a ser responsables, respetuosos, honestos, tolerantes, agradecidos y generosos, es gratis.
No deleguemos nuestra responsabilidad en los profesores de turno.
Tampoco deberían los gobiernos plantearse la Educación como una apuesta, sino un derecho de cada ciudadano,
y es deber suyo cuidarla y mejorarla.
Espero y deseo que la generaciones venideras, que saben de confinamientos pacientes y generosos y mascarillas respetuosas, sean quienes cambien el chip, y tomen conciencia de una vez por todas, de que si queremos una sociedad mejor, más feliz y más libre, emulando al peor presidente de los EEUU
Education, first!