Hay una Atlántida perdida en
recuerdos, voces, miradas, paisajes,
detalles...,las cosas de nuestras
vidas, abandonadas, vagando sin rumbo,
y trocadas por millones de datos y
algoritmos sin alma.
Un dedo clicante y deslizante,
apartando el calor de una mano amiga.
las miradas recíprocas desaparecen
en continuos y narcisistas selfies,
y los afectos se reducen a likes.
Tal vez sea esa la peor soledad;
un vacío sin voz y sin mirada,
un mundo minimalista, sin tiempo
para crear, contemplar, cuidar y,
mucho menos, escuchar.
Todo es desechable y fugaz ante el
atractivo y tramposo consumismo.
Las cosas más queridas son
duraderas, tejidas a mano, con
tiempo y ternura, como los afectos.
Me gusta mirarlas, tocarlas y
escucharlas,
tienen una historia, una vida detrás,
y, sobre todo, magia
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