miércoles, 21 de agosto de 2024

Bobo

 Nos llenó casi 15 veranos de ágiles y veloces carreras, 

de chapuzones, ladridos y algún aullido cuando salíamos con la bicicleta y se quedaba a esperar bajo el plátano de sombra, 

de lametones después de las cremas solares y en cada saludo,

y de atracones de todo lo que pillara mínimamente comestible.

Fue paciente con caricias, achuchones y caballitos insistentes de las pequeñajas de la casa,

y también con todos los compañeros de cuatro patas que le visitaban, porque era un perro más sociable que territorial.

Ha dejado el jardín lleno de huecos,

y uno enorme debajo de la mesa, esperando su ración de paella,

el huerto con los higos esparcidos por el suelo,

y amor del bueno, cándido, incondicional, limpio y desinteresado, en cada uno de los corazones de quienes tuvimos la suerte de conocerlo y disfrutarlo.

Por eso se llamaba Bobo

        ¡Buen viaje, precioso!



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